15.12.08

Caídas literarias

“Después no quiso que la quisiese, que volcara sobre ella huecas palabras de amor, que fuera más veces mía. Solo la negrura de la distancia, la negación de lo vivido, la imposibilidad de regresar al amanecer rosa de sus pechos”.
Melibea, que leía el papel con la vanidad de un obispo, tropezó y se precipitó sobre el vacío.

30.11.08

Ritmo de ola (Blas de Otero)

Rescato hoy un poema de Blas de Otero, uno de mis miles de poetas favoritos. Disfrútenlo.

Ritmo de ola
Los senos son como palomas.
Hay algunos que vuelan.
La curva de los senos es el patrón de la línea del Ecuador.
El meneo de los senos sugiere el ritmo de la ola.
Los senos son dos, pero parecen uno repetido, jimaguas.
Dulces, leves senos de niñas de quince años.
(Debieran llevar siempre una cintita rosa en el pezón.)
Senos directamente agresivos de las doncellas.
Senos llenos de las casadas, que colman la palma de la mano y la rebosan.
Si las mujeres no tuvieran senos, el mundo sería una leche.

18.11.08

Avanti, forza e coraggio

Cuando Antonio Medina estaba enredado en las tinieblas de la muerte, los versos de Octavio Paz le inyectaron en su escuálido cuerpo las fuerzas necesarias para anclarse a la vida.
–Me recitaba sus versos, los pensaba, los vivía. Así salí de la muerte -contaba con la pasión de un loco.
Años más tarde, su titánica lucha no impidió que la muerte acabara con los escasos gramos de fuerza que aún le quedaban.
Valga desde aquí mi pequeño homenaje a quien amó la literatura y su didáctica desde la libertad y el conocimiento, a quien fue capaz de crear un grupo de jóvenes lectores y escritores cuando y donde nadie podía imaginárselo, a quien siempre encontraba la esencia profunda de las palabras.

12.11.08

Hoy comamos y bebamos

Tal vez los astros, la tostada de esta mañana o simplemente porque durante unos minutos sopló viento de poniente, hicieron que hoy me sienta pletórico. Por estos motivos o por culpa de la azarosa mecánica de los biorritmos os he seleccionado un poema alegre y mundano (¡Qué me gusta este adjetivo!). Se trata del “Hoy comamos y bebamos” de Juan del Enzina (con zeta de Letizia).
El salmantino (1469-1530), como tantos otros, es un poeta (y músico) injustamente postergado al olvido de los siglos. Por ello, sirva este poema (y folía) como reivindicación de su obra literaria y musical.
Por cierto, como el día siga así, sacaré a bailar a mi mujer o, si se pone a tiro, a una joven cortesana (o pastora) de corpiño apretado y sonrisa maliciosa.
Lean y bailen, que mañana…


Hoy comamos y bebamos
y cantemos y holguemos
que mañana ayunaremos.

Por honra de Sant Antruejo.
parémonos hoy bien anchos.
Embutamos estos panchos,
recalquemos el pellejo:
que costumbre es de concejo
que todos hoy nos hartemos,
que mañana ayunaremos.

Honremos a tan buen santo
porque en hambre nos acorra;
comamos a calca porra,
que mañana hay gran quebranto.
Comamos, bebamos tanto
hasta que reventemos,
que mañana ayunaremos.

Bebe Bras, más tú Beneito.
Beba Pedruelo y Lloriente.
Bebe tú primeramente;
Quitarnos has dese preito.
En beber bien me deleito:
Daca, daca beberemos,
que mañana ayunaremos.

Tomemos hoy gasajado,
que mañana vien la muerte;
bebamos, comamos huerte,
vámonos carra el ganado.
No perderemos bocado,
que comiendo nos iremos,
y mañana ayunaremos.

Juan del Enzina

La Folia -

11.11.08

Mis héroes anónimos

El marco bucólico propio de un barrio marginal de una ciudad periférica (valga la redundancia): desarrollismo atroz, autovías ruidosas, carriles de servicio volcados sobre las aceras, bosques de antenas, hacinamiento, desarraigo secular, indiferencia y anonadamiento colectivo y, sobre todo, político.
Y, en medio de este paisaje, un rayo de humanidad, de belleza pura: Manuel C., síndrome de Down, con la mirada profunda y ensimismada en el rompecabezas de sus quince años, acompañado por la vejez de su abuelo en zapatillas de felpa y por un perrillo milrazas que los defiende de la indiferencia y el olvido.
Juntos, en esta tarde de sombras y ocasos, como quijotes y sanchos, se enfrentan al vértigo injusto de la vida.

10.11.08

In Taberna Quando Sumus

Contaba en algún sitio la viuda de José Hierro que el poeta huía de la algarabía de sus hijos y se recluía en un bar cercano para poder escribir. Con el tiempo y cuando sus hijos se hicieron mayores, necesitaba de la atmósfera de un bar o una cafetería para concentrarse.
Probablemente gran parte de la mejor literatura española (y abertzale) nació allí. Entre cafés, copas y cigarros se parieron versos inolvidables, personajes de ficción, reflexiones e ideas para sus obras.
Desde este humildísimo blog pongo la primera piedra para reivindicar que la SGAE (que nada ya en la abundancia con tan tasa de cedés y "deuvedeles") ceda el 0.7% de sus beneficios al gremio de bares, pubs, cafeterías y tabernas varias en justo pago a su olvidada labor en la defensa de nuestras letras y del arte en general.
He dicho.

5.11.08

Metáforas musicales

La alumna se afanaba con torpeza en interpretar la partitura.
–¡Ya sé lo que pasa! –exclamó el profesor como si de un eureka se tratara– ¡Estás pensando únicamente en llegar al final! ¿Es cierto, verdad?
Un sí lastimero tapado por el imperceptible movimiento de su cabeza lo certificó.
–La música no es el final, es lo de en medio, ¿entiendes? ¡Disfruta cada nota, cada acorde, cada instante…!

24.10.08

Dolores

Es cierto que la música se transmite por el aire pero también de boca en boca.
Tal vez fuera en 1982 cuando mi amigo Pepín Cabello me contara que su hermano mayor iba aquella noche de viernes al concierto de Hilario Camacho. Hasta ese día jamás escuché ese nombre pero con el tiempo pude hacerme con un disco suyo (El final del viaje, un clásico de la música española). Como era lógico en esos años de escasez tecnológica, se trataba de un disco cuyo cartón estaba tan gastado como el vinilo que contenía.
Con dieciséis años pensaba que el mundo que no había conocido era un tesoro que debía descubrir y así, sin quererlo, fui conociendo al hoy desaparecido y también olvidado Hilario Camacho.
En la actualidad, gracias a los buscadores de vídeo, rescato “Dolores”, una canción que entonces y ahora me emociona enormemente.
Se trata de una canción “romántica” con la ingenuidad y la sencillez del movimiento hippie que tardíamente llegaba a la España convulsa de la Transición. En ella podréis descubrir una letra diáfana pero muy sugerente de uno de los mejores cantautores (que así se llamaban) del final del siglo XX. De estos cantantes y de su labor (didáctica) en el rescate de la poesía española ya hablaremos otro día.
Dadle al play y tatareadla hasta el final. Merece la pena.

23.10.08

Clin-clon

Clin-clon, clin-clon. Llueve, llueve. Clin-clon. El semáforo sigue en rojo. Clin-clon. Las escobillas del limpiaparabrisas se agarran a las curvas del cristal como las manos de un amante. Clin-clon... Elipsis... El cielo parecía romperse. Océanos de agua sobre el microscópico seiscientos. Clin-clon. "Párate, nos vamos a matar"-tuvo que decir mi madre". Clin-clon. Una carretera comarcal andaluza hacia 1972, cerca de ningún sitio. Clin-clon. "El coche no funciona" -debió de decir mi padre mientras se miraban aterrados-. Mi hermana y yo permanecíamos callados aunque expectantes. Clin-clon. El vehículo de un desconocido nos rescata en medio del diluvio. Mi padre, como buen capitán de un seiscientos, es el único que no abandona su posición. Clin-clon. El semáforo verde descorre con rutina la cortinilla negra de esta tarde de otoño de 2008.

16.10.08

Las dificultades expresivas

Imaginas el verso, lo repites y lo pules con la terquedad del mar. Luego, un salto al vacío, y el cristal empañado del papel lo oscurece hasta olvidarlo. ¡Maldito himno gigante y etéreo!

12.10.08

Estío-juventud (Manuel Machado)

Sin avisar, han llegado las primeras lluvias del otoño. La luz ha cambiado y los días se hacen más cortos. Aunque el otoño es mi estación del año favorita, este año el verano me ha sabido a poco. ¡Me resisto a que se vaya! Por ello, hoy propongo un soneto modernista –o, al menos, eso creo. Espero que Juan Antonio me lo confirme– de don Manuel Machado que ilustra magníficamente la esencia del verano que no quiero peder. Ahí va.

Estío-juventud

Calentura del año, plenitud de la vida,
verdor del alma y gloria de la vega…
Ciega
locura encendida.
Verano, juventud, orgía de colores.
¡Vivo carmín del labio sediento!...
Violento
rojo de los claveles embriagadores.
…Y mientras aquí
Amor pronuncia su sí
–bemol–,
la verde laca del laurel
chorrea –como miel–
la luz del sol
.
Manuel Machado

8.10.08

El otro viaje

Los días, las horas, el traqueteo de los kilómetros. El tiempo como el latido de la tierra. Viajar es volver al pasado, al tiempo de los otros, al tiempo que jamás viviremos.
Frente al mar griego, ola a ola, azul contra azul, solo se adivinan luces, costas como espaldas, olivos de plata: el fluir permanente de las horas.
En este escenario de islas y ecos arcádicos, un eneas en los ojos, indago en los resquicios del viaje. Parece un paisaje conocido, vivido por mí no sé cuándo.
Como el pasajero del tren, miro y miro hasta verme de frente, con la soledad de siempre. Una imagen tras otra, una cadena de sonidos constante en su variación, un coche, un tren, un barco, un aeropuerto. Son cadencias de una misma sensación: imágenes, paisajes, sonidos y, al final, tu propio viaje, la búsqueda del centro de tu propia esencia.
Viajamos para encontrarnos, quizá para sentir que los demás se buscan inconscientemente, a ciegas. Supongo que sin saberlo.
Aquí, frente a la eterna Grecia, como un Ulises pensativo, miro y me reflejo a mí mismo.
Grecia, 07-07-08.

30.9.08

Diógenes contra Pepe el malagueño

Trajinando entre mis cosas, me encuentro, Dios sabe cómo, con una madeja de papeles que almaceno desde hace años. Como otras veces, los releo, los clasifico y termino ocultando su existencia entre la blancura de un libro. Mientras me aplico en la tarea, caigo en la cuenta de que dentro de mí habita un Diógenes: siempre atesorando objetos inútiles, esos cristales rotos del tiempo, ¿qué si no? Pero esta vez sobresale de entre la inmensidad de la Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre (¡cruel ironía!) una vieja servilleta de papel, descolorida ya por la penumbra del tiempo. Una servilleta de la heladería de Pepe el malagueño. Sin duda, el tiempo, esa extraña máquina de la vida, gira en sentido inverso y me retrotrae impúdicamente a noches de tertulia, a palabras volcadas contra la negritud del mar, a Barbate y a un puñado de veranos vividos… Como sin quererlo, la servilleta me evoca la historia de aquel heladero: un joven que se va de casa con solo una maleta en la mano y la marea del destino lo abandona en Barbate, junto al mar. Con los años, pulido por la tenacidad de las horas y el viento, se ha convertido en un reconocido heladero que disfruta la vida con la sorna de quien ha viajado a lomos del sufrimiento y el esfuerzo.

Con seguridad, Pepe el malagueño es el mejor bálsamo contra el mal de Diógenes. Cada helado vendido, cada hijo o cada hora vivida se amontonan en aquella maleta olvidada, en las arrugas de sus manos, en los helados que se derritieron o en aquellas palabras que buscaban el mar. Tal vez sea ésta la mejor curación: la vida se vive, pero no se retiene y menos en las páginas de un libro. El remedio es bien cierto, pero esta servilleta la seguiré guardando a la Sombra del Paraíso.

22.9.08

Recuerdos / despedida del mar

Agotados –nunca mejor dicho– los días de verano, retomo con indolencia mis obligaciones laborales y “devocionales”. Ha llegado tempranero el otoño y con chistera de mago ha cubierto con un manto nublado el cielo de Sevilla. Pero, como un castigo mitológico, echo de menos las voces del mar, la cadencia eterna de las mareas y, sobre todo, su presencia casi paternal. Tal vez el mar suponga una vuelta a nuestra propia esencia o la búsqueda de una explicación al sinsentido de la vida (¡oh, Juan Ramón, la eternidad!). En cualquier caso, volveré el próximo año a buscarlo con la persistencia de esta lluvia que se cuela por mi ventana.

Sin saber el motivo se me ha venido a la mente este maravilloso poema de José Hierro. Disfrutadlo como un buen vino. ¡Salud!


Despedida del mar

Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.

Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!

Ramos frescos de espuma... Barcas
soñolientas y vagas... Niños
rebañando la miel poniente
del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo...! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.

¡Y que ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!...

Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
De Tierra sin nosotros (1946)

17.9.08

Papiros mágicos (Aurora Luque)

Os presento hoy un intensísimo poema procedente de un libro que recientemente he leído llamado Carpe amorem, de la almeriense Aurora Luque (Renaciemiento). Aquí la pasión amorosa o, mejor dicho, la posesión amorosa es el tema central del poema. Se trata de un texto que a nadie deja impasible. Espero vuestras opiniones.

DE LOS PAPIROS MÁGICOS

«Haz que esté aterrorizada, que vea
fantasmas, insomne por la lujuria
y el afecto hacia mí»

Papyri Magicae Graecae VII, 888-9.

–VENGO del mar. Las olas, serviciales,
se han llevado su nombre y sus cabellos
en la lámina blanca de estaño que grabé
con un clavo de barca roída en un naufragio.
Los dioses son leales: han oído mi súplica.
Él, con la gracia fresca de los gestos
primeros del amor, ha cortado su rizo tan oscuro
como primicia amante y generosa
y yo le he sonreído al recogerlo.
No sabe qué venganza negocié con la diosa
si aquieta su deseo, si abandona mis brazos:
que la Muerte le clave poco a poco
en la espalda sus uñas purulentas,
que el Espanto le abra los ojos en la noche,
su corazón se ahogue perforado de espinas,
su pecho se agusane de terror y miseria
y se corrompa el jugo tan dulce de su boca.
Y que nunca el Deseo vuelva a hablar por sus ojos
como me ha hablado a mí y a mi pobre locura.
Aurora Luque: Carpe amorem. Renacimiento, p.111.

8.9.08

Un ciego

Después de un largo período, retomo el paso con un poema que me ha impactado profundamente. Se trata de un soneto de Borges.
Aprovechando su ceguera, el poeta se vale del truculento efecto de los espejos, de las dualidades que convergen para descubrirse a uno mismo y a su propio universo, de las luces y las sombras, de la realidad y la ficción.

No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
no sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.

Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.

Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de Milton y es valiente,

Pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.

J.L. Borges

27.5.08

Una fotografía antigua

Entre olas de páginas, entre la espuma azulada del buscador encontré un cristal perdido, anónimo para el mar pero no para el náufrago. Una imagen antigua sin aristas de cristal, sin color por el roce de la arena. Una fotografía de mi padre entre olas y espumas, caminos y ecos apagados. Tenía siete años y la mirada viva en el alma, envuelta en la vanidad de un maestro de la República.

19.5.08

Cráneo (Javier Almuzara)

Os presento hoy un poema sobrecogedor.

CRÁNEO, 1953
(Luis Fernández)
El negativo de un autorretrato.
Una cara sincera, despojada
de su cándida máscara de piel.
El duro casco inútil
del soldado caído.
Un trofeo sin gloria
en manos de la noche inevitable.
La casa del gusano.
El cuerpo de una idea que perdura
–la nada es para siempre–
donde hacía su vida el pensamiento.

Constantes vitales, 2004

15.5.08

El cuaderno rojo

Reservé aquel cuaderno rojo
con la intención de llenarlo de trastos y memorias.
Era tanto lo que quería decir
que lo aparté de mí.
Tal vez me dolía demasiado lo que no puse,
lo que quise escribir.
Era tanto y tan frágil.
Pensé que era inútil
ocupar su espacio con imágenes y alabardas oxidadas,
de pensamientos que vagan
de servilleta en servilleta,
de cuadrícula en cuadrícula.
¡Maldito cuaderno cargado de palabras que ya no están!
Han pasado muchos cuadernos
en blanco
y no consigo traspasar
la cota de malla de sus cuadrículas,
la espesura azulada de sus líneas…
Y sigo varado en la misma palabra,
en la mismas arenas de silencio.
Años, cuadrículas, elipsis interminables
que no me dejan vivir.
¿Qué no decir?, ¿cómo callar
lo que no existe,
lo que se esconde en un vacío blanco, sin sombras?

14.5.08

En la mitad del camino de la vida


Después de crear el blog me quedé mudo: "y ahora qué pongo", pensé. Con el tiempo he retomado esta tarea con cierto entusiasmo, aunque sé de mi desidia y falta de constancia. Pese a ello, empiezo con un poeta, el poeta, don Blas, sin duda imprescindible en los anaqueles de cualquier biblioteca. Lo he seleccionado porque representa una actitud ante la vida que todos hemos o habremos de pasar. Así, como Dante Alighieri (Nel mezzo del cammin di nostra vita), el poeta se asoma a sus días pasados y mira con optimismo lo que le queda por venir: Y me eché a caminar, ahondando el paso...

Después de tanto andar, paré en el centro
de la vida: miraba los caminos
largos, atrás; los soles diamantinos,
las lunas plateadas, la luz dentro.
Paré y miré. Saliéronme al encuentro
los días y los años: cien destinos
unidos por mis pasos peregrinos,
embridados y ahondados desde adentro.
Cobré más libertad en la llanura,
más libertad sobre la nieve pura,
más libertad bajo el otoño grave.
Y me eché a caminar, ahondando el paso

hacia la luz dorada del ocaso,
mientras cantaba, levemente, un ave.

Blas de Otero