8.10.08

El otro viaje

Los días, las horas, el traqueteo de los kilómetros. El tiempo como el latido de la tierra. Viajar es volver al pasado, al tiempo de los otros, al tiempo que jamás viviremos.
Frente al mar griego, ola a ola, azul contra azul, solo se adivinan luces, costas como espaldas, olivos de plata: el fluir permanente de las horas.
En este escenario de islas y ecos arcádicos, un eneas en los ojos, indago en los resquicios del viaje. Parece un paisaje conocido, vivido por mí no sé cuándo.
Como el pasajero del tren, miro y miro hasta verme de frente, con la soledad de siempre. Una imagen tras otra, una cadena de sonidos constante en su variación, un coche, un tren, un barco, un aeropuerto. Son cadencias de una misma sensación: imágenes, paisajes, sonidos y, al final, tu propio viaje, la búsqueda del centro de tu propia esencia.
Viajamos para encontrarnos, quizá para sentir que los demás se buscan inconscientemente, a ciegas. Supongo que sin saberlo.
Aquí, frente a la eterna Grecia, como un Ulises pensativo, miro y me reflejo a mí mismo.
Grecia, 07-07-08.

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