Solos un
niño y un perro persiguen la estela imprevisible de un planeta. El niño
alargará su brazo hasta colocarlo en el frío hierro de su órbita. El perro,
como un bumerán, recuperará para la libertad el objeto del deseo. Así, una y
cien veces.
Para quien los observa, una ceremonia extraña e inquietante: manos que
esclavizan, fauces que liberan.
A menudo lo cotidiano nos depara alguna sorpresa
inesperada (valga la redundancia). Escenas conocidas se transforman y acaban adquiriendo,
aunque sea momentáneamente, un sentido trascendente. Esto mismo es lo que me ha
sucedido al contemplar a mi infiel Leo, aquel samurái meditabundo que meses
atrás os dejé aquí.
Pese a no ser un experto en este tipo textos, infiero que, como máximo, los docentes no universitarios solo cobraremos en la "paga extra" del próximo año uno o dos sexenios. Si alguien sigue leyendo el documento, advertirá que esta medida solo se aplicará a los funcionarios que trabajen en Educación. Al resto solo le quitarán los complementos. Otro agravio más.