30.3.11

Disparos

Fernando, fiel al determinismo de su origen serrano, es amante de la caza mayor (valga la redundancia). En su pueblo de la Sierra de Huelva es habitual pertenecer a un coto de caza, aunque ello suponga pagar todos los años una millonada. El peso de la tradición, el atávico apego a la sangre y al roce de la naturaleza terminan por convencer al más pintado.
Desde hace no demasiado, Fernando apenas hace uso de su escopeta y son frecuentes escucharle frases como estas: “Como la voy a matar si es una hembra”, “Pero si el venado apenas tiene cuernos…”
Paulatinamente, el punto de mira de su escopeta se ha ido reduciendo, no porque no pueda, sino porque le gusta demasiado la vida y la naturaleza. Este año, para sorpresa de todos, ha sustituido la pólvora de sus cartuchos por la exactitud milimétrica de una cámara réflex y un teleobjetivo descomunal tan potente y preciso, que apenas suena pero que dispara con silenciosa impudicia sobre la mirada distraída de los ciervas más recatadas.
¡Será por disparar!

(La fotografía pertenece al que les escribe y fue realizada hace un par de días. Prestad atención al bicho (?) que se esconde dentro de la flor. Miedo me da)

29.3.11

Exorcismo poético

A modo de exorcismo poético, escribo estas palabras sobre el teclado de mi ordenador por si las musas tienen a bien concederme al menos el 0´7 % de su valor. 

El mar, el mar y no pensar en nada. Medulas que han gloriosamente ardido. Busquemos otros montes, otros ríos. Abre tus ojos, Marta, que quiero oír el mar. Largo se le hace el día a quien no ama. Que la vida iba en serio. Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos. El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido. ¡Ay, e cuán fermosa viene doña Endrina por la plaça! Fue un verano feliz… El último verano / de nuestra juventud.
Éramos entonces nosotros; no tú, no yo… Mirad: el arco de la vida traza el iris sobre el campo que verdea. Tú fuiste un tiempo cristalino río. Luchando cuerpo a cuerpo con la muerte. Nel mezzo del cammin di nostra vita. Te estreché la cintura, fría culebra gruesa que entre mis dedos resbala. Nunca vi Granada ¡Oh tela delicada, / antes de tiempo dada / a los agudos filos de la muerte! La noche está estrellada y ella no está conmigo. Que de noche le mataron / al caballero. Cómo se viene la muerte / tan callando. Huye sin percibirse lento el día. Donde habite el olvido. Así es mi vida, / piedra, / como tú. Festín de la desolación, el silencio, el olvido, la sombra. Media luna las armas de su frente. Mansamente, insoportablemente, me dueles. No te tardes que me muero. Me falta una palabra, una palabra. Aquellas que aprendieron nuestros nombres. Tus ojos son los ojos fijos del tigre. Cuya afrenta / publica el amarillo jaramago.

17.3.11

Y si…


Lenta y afanosamente, decreto a decreto, ley a ley, los hilos orwellianos del poder van cubriendo más espacios de libertad. Con sigilo maquiavélico, tan premeditado como implacable, los políticos, en su afán de controlar a los individuos, nos ofrecen un discurso tan pervertido como obstinado —Sí, digo individuos, frente a global, estatal, colectivo, corporativo, autonómico, municipal y social—.¿Quién no he escuchado, al menos doscientas veces en su vida,  aquello de una sociedad moderna, plural y democrática?
Desde el ámbito educativo en el que trabajo (y mucho) resulta habitual en la gran mayoría de mis compañeros padecer la sensación de transgredir permanentemente las normas, la confusa legalidad. Todo está tan reglado, es tal la maraña de normas, deberes, obligaciones y funciones que resulta a todas luces imposible su realización. Como consecuencia, la sensación de  acojonamiento injustado se impone en nuestras vidas.
Y si el inspector viene…, y si un padre…, y si alguien nos pide…
Para colmo de males, la administración se mueve como pez en el agua en el arte de la velada amenaza y la insinuación pseudolegalista. Curiosamente, este último extremo se lleva a cabo desde el plano verbal, rara vez desde el escrito. Como si el pez huyera del agua. Las reglas del juego siempre para los demás. Cuanto más lejos del ombligo, mejor.