31.1.11

Alfombras


Imaginemos. Unos dedos infantiles extienden una larga alfombra por la playa. Asombrado por su caleidoscópica superficie de mares rojos y azules, la recorre en busca de caracolas y destellos de nácar.  La alfombra, burdo trasunto de la vida, es contemplada en la distancia a través de un cristal verde, que amplifica y desenfoca la ondulada lejanía del tiempo. Ahora el tiempo es un vidrio roto, mellado caprichosamente por las olas de aquellos mares rojos y azules.
Imaginemos. Un niño recorre una alfombra con los cristales rotos del mar en sus bolsillos.

28.1.11

Una dedicatoria olvidada

Reflexionar sobre los libros se ha convertido en un lugar común: libros prohibidos, iniciáticos, encantados, perdidos, censurados… ¿Quién no ha oído hablar de ellos?
Hace unas horas, mientras registraba en la biblioteca de mi instituto unos libros que llevaban en el olvido más de veinticinco años, me he encontrado con una agradable sorpresa.
Antes he de decir que la tarea de catalogar y registrar libros, especialmente viejos y antiguos, podría resultar tediosa a cualquiera, pero no a mí. El placer solitario de hojear (con y sin hache), leer y tocar estas obras —en el sentido más morboso de la palabra— me fascina. Examinar sus cicatrices, su salud quebradiza, su historia íntima (quién y cuándo los leyó), los arañazos de las palabras subrayadas, los marcapáginas en forma de quinielas y de billetes de autobús… Pero me estoy yendo por las ramas. El hallazgo de que os hablé no es otro que una dedicatoria del propio autor de una novela a los alumnos de la antigua Universidad Laboral (de donde procedían estos libros). Se trata de El que va de paso, de Miguel Bayón, primer premio de novela Albaicín (Granada, 1967). La dedicatoria, que debió realizarse en una visita a esta universidad poco después de ser publicada, es decir, en tiempos de Franco, constituye un testimonio silencioso de quien codicia la libertad. Dada la época y el régimen político, justifica su valor. Es esta:
“Para los muchachos de la Universidad Laboral, con rabia porque todo esto que hemos dicho no haya sido aún gritado en la calle”.

13.1.11

Ramón Simón


Mi más emocionado agradecimiento a Ramón Simón por su inesperado regalo: El iris del cielo, el río de la vida.

Gracias, amigo.