22.2.12

Jóvenes y animales


Pensaba que estaban lejos mis tiempos de terrorismo cafre en los que estallaban hormigueros con petardos de una peseta o, cuando  descendía en aquellos pozos secos y capturaba algún murciélago al que ataba un petardo encendido con hilo y luego, al volar, le destrozaba sus “alas” membranosas. Cosas de niño, pero de niño cabrón, lo reconozco.
Ayer, unos chavales del instituto encontraron un murciélago extraviado en la pista de baloncesto. Nadie se atrevió a cogerlo aunque todos deseaban ayudarlo a que viviera, a que pudiera volar. Uno de ellos buscó una caja de cartón y, como pudo, se lo llevó al profesor de Educación Física. El profesor, un hombre de campo, lo sujetó con cuidado avisando al resto de la peligrosidad de sus mordeduras y de las enfermedades que pueden llegar a transmitir. Ante el asombro general, examinó su cuerpo en busca de una posible herida o fractura: extendió sus alas, abrió su boca con el capuchón de un bolígrafo Bic –entonces comprendí la verdadera finalidad de su diseño– con la intención de mostrarnos sus dientes tan diminutos como agudos. Sin duda, un animal hermoso pese a su aparente fealdad.
-No os preocupéis –nos dijo–. Me lo llevaré a mi casa y esta noche, cuando el animal esté más tranquilo, lo soltaré en el campo.
La actitud civilizada tanto del profesor como de los alumnos me movió la conciencia: los tiempos han cambiado. Estos jóvenes van la vida de forma distinta, pero más humana. Ahora los niños siguen siendo cabrones, pero en menor medida en cuanto a los animales se refiere. La distancia de nuestra sociedad predominantemente urbana, la influencia del cine, de las narraciones audiovisuales han humanizado de algún modo el reino animal al que se le concede un aspecto más idealizado y artificial. Al menos, lo parece.

4 comentarios:

  1. Lo malo es que son más cabrones en cuanto a sus semejantes se refiere. Prefiero la época en que los niños mataban gatos pero respetaban a sus maestros y a sus mayores.

    Un abrazo.

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  2. Alonso, tienen a quienes imitar, por desgracia.
    Aunque estos niños de los que hablas, parecen no ser así.

    Un beso.

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  3. Cabrones los habrá siempre, José Miguel, y muchos. Además soy de la idea de que todo depende de tu propia naturaleza, independientemente de cuál sea su formación y familia.

    Un abrazo

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  4. Nuestra sociedad ofrece muy diversos modelos de cabronez. Por lo tanto, los niños solo tienen que mirar a su alrededor para imitarlos. Creo que ahí está el sentido de lo humano y de lo educativo.

    Un saludo, Lourdes.

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