25.2.10

Échate pallá, Sísifo



Mis primos, esos héroes de sangre, a diario desayunaban ineludiblemente un tazón de leche —aquellos de porcelana blanca— con catorce galletas María. Como yo era más pequeño, sólo alcanza a tomarme un vaso mediano con cinco galletas, por supuesto migadas. Más tarde, al crecer, me estabilicé en la nada desdeñable cantidad de siete galletas. Reconozco que recién levantado, apenas puedo tomar nada, ni antes ni ahora.
Mucho tiempo y leche (con café) después, ya esté adormilado, zombi, resacoso o enfermo, al desayunar, sin que sea necesario contar (mis dedos van solos), me tomo las susodichas siete galletas.
Supongo que a mis 43 años les habré ganado. Será por perseverar…

P.S.: La tostá a media mañana con aceite, tomate y un pellizco de sal es sagrada.

8 comentarios:

  1. Pues esta mañana ha tenido mérito, Miradme. A mí se me engoñipaba cualquier alimento sólido.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. ¡Wau, catorce galletas!
    Serán unos héroes, pero mitológicos, entonces...

    Muaksss

    ResponderEliminar
  3. A mi no hay quién me quite mi "peaso" de desayuno de café y "tostá" con aceite y jamón.
    saludos

    ResponderEliminar
  4. Pues s´´i, hay muchas cosas que hacemos por imitaci´´on y al final las hacemos nuestras.
    Yo soy de tost´´a de mantequilla con mermelada de naranja amarga.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Ridao, para mí lo peor no fue el desayuno sino la noche. El limoncello acabó matándome. Creo que no me dormí hasta las 4.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  6. Virgi, doy fe. Acuérdate de aquellos tazones blancos, inmensos. Catorce galletas migadas que devoraban en un santiamén. Ríete de los legistrones, cíclopes y demás bichos de la mitología.
    Un beso

    ResponderEliminar
  7. Bienvenido, Ramón.
    Yo soy de los tuyos, pero a media mañana. Recién levantado, solo puedo echarle algo de café y esas 7 galletas. Del mediodía ya hablaremos.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  8. ¡Qué tiempo hace que no tomo mermelada de naranja amarga¡ ¡Se me había olvidado ya!
    Es verdad lo que dices. Hay costumbres, comportamientos que imitamos y con el tiempo los hacemos nuestros. Por ejemplo, adopté determinados tics de mi padre, entonaciones, frases hechas, formas de pensar que sin querer acabo soltando por ahí como por propios. ¡Menos mal que los derechos de autor no se aplican aquí!
    Un abrazo, Gloriiosa.

    ResponderEliminar