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Fernando Botero. "Lujuria" |
El día que sus amigos, gordos consuetudinarios, empezaron a perder
peso, notó que súbitamente su cuerpo se poblaba de adiposas redondeces.
Tal vez en ese momento advirtió que los culos orondos e interminables de
sus esposas resultaban irrefrenables; sus pechos desmesurados, un bocado tan
goloso como irresistible; sus pliegues escondidos, fruta prohibida que habría
de saciarlo.
Fue casi al mismo tiempo cuando observó que su mujer detenía su
lujuria en el espigado porte de sus amigos.