11.10.10

Saldando deudas

Este verano en un pub de Killarney (al suroeste de Irlanda), después de la tercera pinta de cerveza Harp, un grupo de música tradicional irlandesa detuvo su interpretación para preguntar si había por allí algún español. Lógicamente mi familia se identificó con orgullo —pensad que España había ganado el Mundial dos días antes. A continuación nos dedicó una canción que nos supo a gloria. Pese a que su pronunciación era demasiado dialectal, podían entenderse numerosas palabras en español con indudables connotaciones políticas.
Pasado el tiempo pude conocer que la canción se denominaba “Viva la quinta brigada”,  que el autor era Christie Moore y que homenajeaba a los irlandeses que combatieron en la Guerra Civil del lado republicano, aunque también aludía a los que se decantaron por las fuerza franquistas.
Pero la fortuna quiso que en la última tertulia mercurial asistiera como invitado Antonio Rivero Taravillo, un enamorado de la cultura irlandesa además de un magnífico traductor de poetas irlandeses tanto en inglés como en gaélico.
Cuando le hablé de Moore, éste me respondió con la sorpresa de quien es interrogado por una evidencia: Hombre, claro, Moore... Te digo más, el título es incorrecto. Tendría que haberse llamado la decimoquinta brigada
Es obvio que en la vida no se puede conocer todo, pero la sensación de haber llegado tarde o perderte algo importante no la acabo de superar. A fin de cuentas, este deseo siempre insatisfecho de conocer y aprender es lo que, a la larga, nos hace mejores.
Relatada la pequeña intrahistoria de esta canción y en devolución al regalo de aquellos irlandeses desconocidos, os dejo un vídeo del maestro Moore. Podéis leer la letra y su traducción aquí.

7.10.10

Cumbres borrascosas

Hace unas semanas les presenté a mis alumnos de 4º de ESO el plan lector para el nuevo curso. Previamente, analicé el funcionamiento de las lecturas de años anteriores y la necesidad de incorporar otras alternativas que integren el currículo con la lectura juvenil. Pues bien, tras presentare los libros, una alumna me preguntó si podía leerse Cumbres borrascosas de Emily Brontë. La pregunta me dejó un tanto perplejo, pues la obra no era aparentemente nada actual y además les ofrecía una sugerente veintena de alternativas tanto clásicas como juveniles. Tras comprobar que la edición era adecuada, le permití que se lo leyera. He de decir que, siempre que sean razonables, acepto las nuevas propuestas.
Pero la curiosidad se disparó cuando, días más tarde, dos nuevas alumnas —una de ellas la mejor de la clase— me realizaron la misma petición con idéntica respuesta.
Tras indagar entre mis compañeros de departamento, me entero que Bella, una de las protagonistas de Eclipse (Crepúsculo), relee dicha novela. Igualmente me dicen que Luna Nueva se inspira en Romeo y Julieta y Crepúsculo, a su vez, en Orgullo y Perjuicio de Jane Austen.
Aunque sean lecturas de moda que caducarán pronto, suponen un estímulo y una curiosidad que con el tiempo les permitirá convertirse en lectores críticos. Recordemos, en este sentido, lo sucedido con la saga de J. K. Rowling. Pese a las quejas constantes hacia los jóvenes, nos encontramos ante una de las generaciones más lectoras que hemos tenido en España. El esfuerzo de padres y profesores está dando sus frutos.

5.10.10

Apuntes diarios

El profesor de fagot es joven, jipilón, muy didáctico y, sin él saberlo, poeta.
Siempre que acompaño a mi hija a sus clases, aprendo algo de música, aunque en el fondo no es otra cosa que poesía, la madre de todas las artes.
Independientemente de la técnica de las manos, de la posición del cuerpo y de la boca —algo a lo que no hace concesión alguna—, su punto fuerte surge cuando llegan los matices expresivos: el porqué de la música, el no sé qué de la física que el músico ha de interpretar con intuición de meteorólogo, el ritmo, la continuidad de los silencios, el arte y la técnica, el dos más dos (que rara vez es dos), el pensar en la música y no solo producir música. Si supiera de métrica, afirmaría que once sílabas no constituirían un endecasílabo o, al menos, no sólo así.
Lógicamente, para aprender es necesaria la curiosidad de estar abierto al mundo, pero si, además, contamos con la valiosa ayuda de una artista que utiliza la reflexión artística tanto para interpretar la vida como para luchar contra las limitaciones propias y ajenas, el proceso resulta mucho más placentero y fructífero.

La clase está a punto de acabar y el fagotista, como buen poeta, arrincona el tiempo cronológico en manos de una cohorte de sibemoles y blancas con puntillo. Finalmente remata la lección con una frase tan clásica como real: “Uno aprende escuchando”. ¿Nos suena?