11.5.10

Tardes en Sebastopol

Cualquier viaje acaba en uno mismo. Los demás son compañeros que se bajan en la estación que menos te esperas y que, a veces, les tienes que pagar el billete.
Hay quien ni siquiera se mueve del andén, esperando que la vida lo invite a subir. Otros, en cambio, creen que la vida es el tren o el billete, metáfora de lo que puede ser, o la estela que deja en los ojos al ver que se va, que huye en una máquina hecha con los hierros torcidos de los sueños.
Los hay que prefieren ser vacas que miran la serpiente ruidosa y momentánea de los otros. Saben que siempre habrá yerba que pacer o un lugar donde posar sus patas.
Al final, todo es viaje: elegir un destino, como cuando abría los ojos en el abismo negro de un túnel… y creía estar dentro de mi madre, esa ciénaga honda del tiempo.

*

La tarde es lo mejor de Sebastopol. Tras el acostumbrado (cuando no obligado) “waxt”, una especie de teto pero sin parar, la gente sale a la calle para suavizar los ardores del juego.
Las cafeterías y los parques se pueblan de conversaciones, suspiros y promesas que todos saben resultarán incumplidas, pero que suenan bien y las expresan mejor.
La imaginación de los sebastopolitas es tan vasta como encendida. Tal vez, por ello, los escritores apenas poseen reconocimiento público. Cualquiera de ellos escribiría una epopeya al desayunar y una elegía al dormir. Todo dependerá de su estado de ánimo o de si se ha perdido su sesión de waxt. Es natural.

1 comentario:

  1. ¿Estas en Sebastopol o de cursillo literario?

    Aprovecha la belleza del viaje, y escribes cuando regreses a casa, por Navidad.
    Al fin y al cabo la vida es un viaje en primera clase sin billete de retorno.

    Saludos y a disfrutar

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