29.3.11

Exorcismo poético

A modo de exorcismo poético, escribo estas palabras sobre el teclado de mi ordenador por si las musas tienen a bien concederme al menos el 0´7 % de su valor. 

El mar, el mar y no pensar en nada. Medulas que han gloriosamente ardido. Busquemos otros montes, otros ríos. Abre tus ojos, Marta, que quiero oír el mar. Largo se le hace el día a quien no ama. Que la vida iba en serio. Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos. El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido. ¡Ay, e cuán fermosa viene doña Endrina por la plaça! Fue un verano feliz… El último verano / de nuestra juventud.
Éramos entonces nosotros; no tú, no yo… Mirad: el arco de la vida traza el iris sobre el campo que verdea. Tú fuiste un tiempo cristalino río. Luchando cuerpo a cuerpo con la muerte. Nel mezzo del cammin di nostra vita. Te estreché la cintura, fría culebra gruesa que entre mis dedos resbala. Nunca vi Granada ¡Oh tela delicada, / antes de tiempo dada / a los agudos filos de la muerte! La noche está estrellada y ella no está conmigo. Que de noche le mataron / al caballero. Cómo se viene la muerte / tan callando. Huye sin percibirse lento el día. Donde habite el olvido. Así es mi vida, / piedra, / como tú. Festín de la desolación, el silencio, el olvido, la sombra. Media luna las armas de su frente. Mansamente, insoportablemente, me dueles. No te tardes que me muero. Me falta una palabra, una palabra. Aquellas que aprendieron nuestros nombres. Tus ojos son los ojos fijos del tigre. Cuya afrenta / publica el amarillo jaramago.

17.3.11

Y si…


Lenta y afanosamente, decreto a decreto, ley a ley, los hilos orwellianos del poder van cubriendo más espacios de libertad. Con sigilo maquiavélico, tan premeditado como implacable, los políticos, en su afán de controlar a los individuos, nos ofrecen un discurso tan pervertido como obstinado —Sí, digo individuos, frente a global, estatal, colectivo, corporativo, autonómico, municipal y social—.¿Quién no he escuchado, al menos doscientas veces en su vida,  aquello de una sociedad moderna, plural y democrática?
Desde el ámbito educativo en el que trabajo (y mucho) resulta habitual en la gran mayoría de mis compañeros padecer la sensación de transgredir permanentemente las normas, la confusa legalidad. Todo está tan reglado, es tal la maraña de normas, deberes, obligaciones y funciones que resulta a todas luces imposible su realización. Como consecuencia, la sensación de  acojonamiento injustado se impone en nuestras vidas.
Y si el inspector viene…, y si un padre…, y si alguien nos pide…
Para colmo de males, la administración se mueve como pez en el agua en el arte de la velada amenaza y la insinuación pseudolegalista. Curiosamente, este último extremo se lleva a cabo desde el plano verbal, rara vez desde el escrito. Como si el pez huyera del agua. Las reglas del juego siempre para los demás. Cuanto más lejos del ombligo, mejor.

10.2.11

Villegas

Esteban Manuel Villegas (1589-1669) es un poeta del Siglo de Oro de tendencia clasicista. Se trata de un escritor olvidado y despreciado en su tiempo por motivos extraliterarios, pero que, curiosamente, se convirtió en el siglo XVIII en un referente para los escritores neoclásicos.  
Os dejo un poema de contenido erótico que me ha llamado la atención.

Oda XXV

Casada la de Eurito
pues de ocho lustros eres,
¿por qué no pones freno a los placeres?
¿por qué siempre das rienda al apetito,
y con torpes sainetes
brindas, incitas, llamas y acometes?

Tú al baile la primera
y al juego ibas sola,
y ni quedó niñez a la española
que no lastase, o bolsa a la extranjera;
que de dineros y bríos
eras el ancho mar, y ellas los ríos.

Y, al fin, como la argiva
yegua, un tiempo briosa,
te entregabas al coito lasciva,
y ni dejabas meta polvorosa
a que no te opusieses,
ni carrera veloz que no vencieses.

Pues baste lo triunfado
de ardores juveniles;
Bridaise, baste, pues, que tus Aquiles
ya muestran de su boca el violado,
y tú con amarillas
gualdas, en vez de rosa, las mejillas.

La que agora nos mata
en esta edad postrera,
Tíndaris es, que puede ser tu nuera,
y sol de oro en eclíptica de plata.
Pues, ea, huye, desvía,
vete a tu noche y deja entrar el día.

Eróticas o amatorias. Espasa-Calpe, 1941.

7.2.11

Me gustas...


Me gustas cuando exterminas zombis porque estás como ausente y tus ojos, piélagos de cólera, clavan en sus pupilas púrpuras tu ponzoñosa saña.
Volverán los muertos vivientes en tu balcón sus extremidades a colgar, pero aquellos cuyo disparo refrenabas, amada mía, no volverán.
Me gustas cuando perseveras el disparo porque estás como estresada, y tus dedos, torpes bailarines de comedia, se tropiezan airados contra un muro de furia insaciable, y un venero de luz digital chorrea con impudicia por las tripas electrónicas del mal.
Volverán las oscuras gentes a tentar la ingrávida tersura de tus lunares ensangrentados, y con libidinosas ansias recorrerán el tesoro blanco de tus piernas prohibidas.
Me gustas cuando los desprecias porque estás como cansada…

3.2.11

El paseo y sus circunstancias

La mitología constituye una experiencia narrativa de los que todos hemos de participar alguna vez. Saber que los dioses recortaron las alas de los mortales y que, a cambio, realizaron concesiones casi divinas puede ser un hecho fundamental en nuestras vidas.
Una de estas posibilidades olímpicas es la de pasear abrazado a tus pensamientos. Se trata de una experiencia que exige unas condiciones muy precisas que paso a detallar:

1. ¿Con quién?

Realizarlo en soledad, como otras experiencias inconfesables. Se admiten otras modalidades de paseo como la pareja o el trío. No es lo ideal, aunque tienen su público. Adviértase que personas de otro sexo con escasas prácticas folladoras plantean problemas a su paso por parques, tapias de cementerios y descampados. Recuérdese que el peso de la tradición en España es muy fuerte. ¿Qué seríamos sin las eras?
Cuatro o más personas son considerados técnicamente manifestación de CC.OO., procesión o romería a la Virgen de Villadiego. Siempre que se pueda, evítese.
Ha de tenerse en cuenta que familiares, parejas de hecho, divorciados y estresados del mundo se prestan diálogos metafísicos de imprevisibles consecuencias. Vade retro, Satanás!
Desconfíen de galgueros, deportistas y montainbaiqueros en general. No son de fiar, lo dice la experiencia.

2. ¿Dónde?

Seleccionemos un espacio natural: el campo, la playa, la montaña… jamás la ciudad, ni siquiera los parques artificiales que hoy se diseñan. Como mal menor, un jardín abandonado y olvidado, al modo modernista, y del que la naturaleza se haya adueñado.
Los cuadros excesivamente idílicos desvirtúan el paseo en beneficio de la mera contemplación.

3. ¿Cómo?

Es preciso acompañarse de elementos selectos y que no alteren tu nivel de soledad: un palo, un perro (o perra), o dos, aunque no son estrictamente imprescindibles.

3.1. El palo

Selecciónese un tamaño conveniente. Como es de suponer, el tamaño importa. Renunciemos a la “tranca” gorda y grosera, muy incómoda para estos menesteres, o la vara de olivo, demasiado liviana. Recomiendo un palo vulgar e innoble (lignum medium). Además de ser una ayuda al caminar, su poder disuasorio nos ofrece la seguridad necesaria ante eventuales imprevistos (mastines cortijeros, violadores del chándal, canis, serranas si las hubiere). ¡No sabéis cómo acojona la mirada de un mastín hispánico!
En mi caso, suelo portar un lignum constantinensis de madera de castaño con cuatro años de curación que resulta muy fiable en todos los terrenos. No lo vendo, aunque se podría negociar…

4. Beneficios

Una vez contextualizados, ya habremos superado la fase ascética del paseo para adentrarnos en la mística, que, como es lógico, solo una pequeña inmensidad de personas podrá alcanzar. En esta dimensión percibiremos las siguientes sensaciones cuasidivinas:

-Sentir el estruendo del silencio
-Dejar fluir con libertad la marea de pensamientos que la vida urbana nos depara
-Percibir la naturaleza oculta de los elementos, el jadeo ronco del viento, la algarabía de piedras, insectos y pájaros, la policromía vegetal o simplemente las extensas praderas de tu interioridad.

Atrévete.

31.1.11

Alfombras


Imaginemos. Unos dedos infantiles extienden una larga alfombra por la playa. Asombrado por su caleidoscópica superficie de mares rojos y azules, la recorre en busca de caracolas y destellos de nácar.  La alfombra, burdo trasunto de la vida, es contemplada en la distancia a través de un cristal verde, que amplifica y desenfoca la ondulada lejanía del tiempo. Ahora el tiempo es un vidrio roto, mellado caprichosamente por las olas de aquellos mares rojos y azules.
Imaginemos. Un niño recorre una alfombra con los cristales rotos del mar en sus bolsillos.

28.1.11

Una dedicatoria olvidada

Reflexionar sobre los libros se ha convertido en un lugar común: libros prohibidos, iniciáticos, encantados, perdidos, censurados… ¿Quién no ha oído hablar de ellos?
Hace unas horas, mientras registraba en la biblioteca de mi instituto unos libros que llevaban en el olvido más de veinticinco años, me he encontrado con una agradable sorpresa.
Antes he de decir que la tarea de catalogar y registrar libros, especialmente viejos y antiguos, podría resultar tediosa a cualquiera, pero no a mí. El placer solitario de hojear (con y sin hache), leer y tocar estas obras —en el sentido más morboso de la palabra— me fascina. Examinar sus cicatrices, su salud quebradiza, su historia íntima (quién y cuándo los leyó), los arañazos de las palabras subrayadas, los marcapáginas en forma de quinielas y de billetes de autobús… Pero me estoy yendo por las ramas. El hallazgo de que os hablé no es otro que una dedicatoria del propio autor de una novela a los alumnos de la antigua Universidad Laboral (de donde procedían estos libros). Se trata de El que va de paso, de Miguel Bayón, primer premio de novela Albaicín (Granada, 1967). La dedicatoria, que debió realizarse en una visita a esta universidad poco después de ser publicada, es decir, en tiempos de Franco, constituye un testimonio silencioso de quien codicia la libertad. Dada la época y el régimen político, justifica su valor. Es esta:
“Para los muchachos de la Universidad Laboral, con rabia porque todo esto que hemos dicho no haya sido aún gritado en la calle”.

13.1.11

Ramón Simón


Mi más emocionado agradecimiento a Ramón Simón por su inesperado regalo: El iris del cielo, el río de la vida.

Gracias, amigo.