Reflexionar sobre los libros se ha convertido en un lugar común: libros prohibidos, iniciáticos, encantados, perdidos, censurados… ¿Quién no ha oído hablar de ellos?
Hace unas horas, mientras registraba en la biblioteca de mi instituto unos libros que llevaban en el olvido más de veinticinco años, me he encontrado con una agradable sorpresa.
Antes he de decir que la tarea de catalogar y registrar libros, especialmente viejos y antiguos, podría resultar tediosa a cualquiera, pero no a mí. El placer solitario de hojear (con y sin hache), leer y tocar estas obras —en el sentido más morboso de la palabra— me fascina. Examinar sus cicatrices, su salud quebradiza, su historia íntima (quién y cuándo los leyó), los arañazos de las palabras subrayadas, los marcapáginas en forma de quinielas y de billetes de autobús… Pero me estoy yendo por las ramas. El hallazgo de que os hablé no es otro que una dedicatoria del propio autor de una novela a los alumnos de la antigua Universidad Laboral (de donde procedían estos libros). Se trata de El que va de paso, de Miguel Bayón, primer premio de novela Albaicín (Granada, 1967). La dedicatoria, que debió realizarse en una visita a esta universidad poco después de ser publicada, es decir, en tiempos de Franco, constituye un testimonio silencioso de quien codicia la libertad. Dada la época y el régimen político, justifica su valor. Es esta:
“Para los muchachos de la Universidad Laboral, con rabia porque todo esto que hemos dicho no haya sido aún gritado en la calle”.
No a todo el mundo le resulta tedioso lo mismo. A mí no me importaría echarte una mano hojeando, u ojeando libros antiguos.
ResponderEliminarEste ejemplar debe de ser una maravilla. El 67 fue un año de excelentes cosechas.
Palabras valientes en tiempos de represión. Hoy día la universidad no tiene ningún compromiso político ni social. Una pena.
ResponderEliminarMiradme, precioso. Yo también disfrute con los libros, incluso sin abrirlos. Es un objeto casi intangible...
ResponderEliminar¡Un abrazo amigo!
¡Ósquite!
ResponderEliminarUn abrazo, Miradme
Impresionante la dedicatoria. Para emocionarse un poquito, ¿no?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Alejandro, sé de tu amor a los libros. Cuando quieras te vienes por aquí...
ResponderEliminarMe alegra leerte.
Cierto, Clara. Es el motivo que me ha hecho publicarlo. El autor fue muy valiente para los tiempos que corrían. Además la dedicatoria está firmada con su puño y letra, como debe ser.
ResponderEliminarUn saludo
Rubén, un saludo muy fuerte. Sé de tu premio. Enhorabuena.
ResponderEliminarEso mismo pensé yo, Julio.
ResponderEliminarUn abrazo
La verdad, Juanma, que me dejó pensativo un buen rato. Luego la curiosidad me llevó a investigar sobre el autor. Por cierto, puiblica el El País.
ResponderEliminarun abrazo