Imaginemos. Unos dedos infantiles extienden una larga alfombra por la playa. Asombrado por su caleidoscópica superficie de mares rojos y azules, la recorre en busca de caracolas y destellos de nácar. La alfombra, burdo trasunto de la vida, es contemplada en la distancia a través de un cristal verde, que amplifica y desenfoca la ondulada lejanía del tiempo. Ahora el tiempo es un vidrio roto, mellado caprichosamente por las olas de aquellos mares rojos y azules.
Imaginemos. Un niño recorre una alfombra con los cristales rotos del mar en sus bolsillos.
Precioso, tío
ResponderEliminarGracias, Julillo.
ResponderEliminar¡¡La gallina!!
ResponderEliminar(Me he liado. Es bonito,pero me he liado)
Sí, tal y como dice Julio: precioso.
ResponderEliminarAbrazos.
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ResponderEliminarPues sí, anónimo, es gallina, pero no es de corral ni de campo. Esta es playera.
ResponderEliminarGracias
Juanma, gracias.
ResponderEliminarFernando, la casualidad me ha permitido ver el puntico con el que de forma tan sutil has adornado el hiperenlace. Digo casualidad porque en estos momnentos estoy estrenando los cristales nuevos de mis gafas. Ayer hubiera pensado que la entrada te había causado indiferencia... la presbicia es muy jodía.
ResponderEliminarEn cualquier caso, precioso detalle.
Un abrazo mercurial como Dios manda.
Miradme, escribes líneas de una gran belleza. Admirable.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fresca belleza en la imagen y en el texto.
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