Piedras
Solos un
niño y un perro persiguen la estela imprevisible de un planeta. El niño
alargará su brazo hasta colocarlo en el frío hierro de su órbita. El perro,
como un bumerán, recuperará para la libertad el objeto del deseo. Así, una y
cien veces.
Para quien los observa, una ceremonia extraña e inquietante: manos que
esclavizan, fauces que liberan.
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Fotografía: Alonso CM. |
Esta vez sesenta palabras, solo sesenta y no mil, valen más que una imagen. Y eso que la imagen ya vale lo suyo.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sigas, Fernando, que me pongo colorada. Muchas gracias. Ya te invitaré a algo...
ResponderEliminarUn abrazo