La imagen que súbitamente se me vino a la cabeza fue la de un rabo de lagartija moviéndose eléctricamente. Fue un descuido. Ya estaba acabando cuando vi una rama cruzada de nogal que buscaba la oscuridad del centro y no la luz del exterior. El corte en la yema del dedo anular izquierdo resultó profundo y sesgado, como la poesía de don Antonio. Poco después, la sangre fluyó imparable y descontrolada.
Tal vez algunos podan tanto su lenguaje, sus sentimientos y sus pasiones que su poesía termina convirtiéndose en una larga sucesión de cicatrices sin restañar. Pero lo peor no es el artificio vano de la sangre, sino cuánto duelen las heridas.
Me quito el cráneo, pero devuélvemelo el jueves.
ResponderEliminarAquí estoy como un filo-entomó-logo con tu texto clavado en un alfiler. Intento averiguar si es un poema, una poética, un micro, un enxiemplo o el hijo contra natura de todos ellos. Va a ser esto último. Qué bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me has recordado a Kafka, a algunos relatos de Valente y a esos cortos de
ResponderEliminarAlfred Hitchcock, por poner algunos ejemplos.
Alonso, muy buen relato
gracias.
Gracias, José Miguel. El cráneo, que sé que es bueno y grande, no te lo voy a devolver. Ya sabes: o que se da no se quita. No sé si podré ir. Tengo un trancazo que ni tu mujer me lo quita.
ResponderEliminarUn abrazo
Me abrumas, Lourdes. Y yo con estos pelos...
ResponderEliminarGracias
Yo tampoco lo sé, Fer, lo mismo es uin "alborto" de todos ellos.
ResponderEliminarGracias
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ResponderEliminar¿Los pelos de punta?, jeje
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