Entrego de nuevo mi viejo colt en las interioridades de un cajón de pino. Empezamos (o terminamos) mal. ¡Mal bahío, sí señor! Que sea para bien o para lo que dios quiera. No sé si la mano izquierda, la más rencorosa, me traicionará. Ella sabe dónde lo guardo y si fuera necesario en qué bar venden tabaco.
Primer día otra vez.
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