A las nueve de la noche de este jueves de invierno, todos corren en busca de las últimas migajas del día.
En el suelo, las hojas del platanero desafían a las colillas
y a los cristales rotos.
Un perro, que husmea miserias, se mea en la enorme
pradera de cemento por donde todos hablan solos, por donde todos vociferan en
silencio.
En sus manos, todos llevan una bolsa de plástico que, tal vez, contenga
pedazos de su alma.
Una farola publica la carrera última hacia el estoico hueco
de un sofá o acaso la limosna de los hijos.
El Conservatorio, por fin, abre sus puertas y todos huyen
con la música en féretros negros, oculta, también cansada. Es una carrera perdida
contra la nada del otro jueves.
Así pasa el tiempo, como dices parece la nada y a la vez lo es todo. Anécdotas de la vida donde los días son para vivírlos y como bien haces, para contarlos. Y otras, callarlos.
ResponderEliminarMuchas felicidades, chavalote. Espero que hoy te hayan regalado momentos más alegres que el que describes, pero igualmente bellos.
ResponderEliminarUn abrazo cumpleañero.
Gracias a los dos.
ResponderEliminarEl tono tristón, Fernando, se me suele pasar con una cerveza bien fría y un cigarrito. La verdad, esta época de exámenes, de correcciones deprime a cualquiera, y además sabiendo lo que hay en la calle.
Un abrazo