17.3.11

Y si…


Lenta y afanosamente, decreto a decreto, ley a ley, los hilos orwellianos del poder van cubriendo más espacios de libertad. Con sigilo maquiavélico, tan premeditado como implacable, los políticos, en su afán de controlar a los individuos, nos ofrecen un discurso tan pervertido como obstinado —Sí, digo individuos, frente a global, estatal, colectivo, corporativo, autonómico, municipal y social—.¿Quién no he escuchado, al menos doscientas veces en su vida,  aquello de una sociedad moderna, plural y democrática?
Desde el ámbito educativo en el que trabajo (y mucho) resulta habitual en la gran mayoría de mis compañeros padecer la sensación de transgredir permanentemente las normas, la confusa legalidad. Todo está tan reglado, es tal la maraña de normas, deberes, obligaciones y funciones que resulta a todas luces imposible su realización. Como consecuencia, la sensación de  acojonamiento injustado se impone en nuestras vidas.
Y si el inspector viene…, y si un padre…, y si alguien nos pide…
Para colmo de males, la administración se mueve como pez en el agua en el arte de la velada amenaza y la insinuación pseudolegalista. Curiosamente, este último extremo se lleva a cabo desde el plano verbal, rara vez desde el escrito. Como si el pez huyera del agua. Las reglas del juego siempre para los demás. Cuanto más lejos del ombligo, mejor.

2 comentarios:

  1. Animo!. Los buenos educadores sois la última esperanza, la última línea de defensa. Después de ustedes, no queda ya nada.

    Un cordial saludo

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  2. Muchas gracias, José Miguel. Bien hallado. Estás en tu casa.

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