Como un relámpago seco, la luz nace de la oscuridad y se proyecta en busca de un no sé qué que nadie sabe.
Un fotógrafo lanza una red de píxeles para atrapar el delfín de la tarde. Todo nace dentro, muy dentro, como si brotara de los ríos hondos de su frente, como si buceara por las olas broncas de sus cejas.
Luz fuera, negritud dentro.
Por un agujero mira sus ojos y no ve nada; busca la oscuridad y solo encuentra la claridad cegadora de su pecho, la barba blanca, el rumor de cartón de su piel ajada y un pañuelo de sombra que lo ancla al légamo maloliente de su propia podredumbre.
Luego, un botón: el disparo contra delfines que saltan, el silencio del tiempo detenido, el destello que se desvanece, el vacío de una cámara oscura.
Nada más.
Fotografía: Ramón Simón
Bello y duro escrito. Muy bello. Un beso
ResponderEliminarJlin pues si que esta tanto fuerte la foto.
ResponderEliminarMuy bueno. Original.
saludos
Nada más y nada menos. Absoluta poesía.
ResponderEliminarUn abrazo
Coincido con Fer
ResponderEliminarMangeles, es duro porque la fotografía lo pedía, o al menos, así me lo parecía.
ResponderEliminarGracias
Ramón, la foto es espléndida.
ResponderEliminarCreo que las entradas que hemos hecho no tienen demasiado mérito. No las dejado casi terminadas.
Un abrazo
Gracias, Fernando.
ResponderEliminarGracias, Julio.
ResponderEliminarUn disparo, un destello, el tiempo detenido: un no sé qué que nadie sabe.Buena descripción.
ResponderEliminarGracias, Shandy.
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