El pasado domingo decidimos ir a hacer una ruta por el campo. El lugar elegido no era otro que el trayecto que discurre junto al río Majaceite, entre El Bosque y Benamahoma (Cádiz).
El recorrido de unas dos horas, pese a su sencillez, es una auténtica maravilla. Situado en un Parque Natural, atraviesa un bosque de galería muy bien conservado. En este ambiente, marcado por el verdor y la humedad, uno cree encontrarse en una égloga de Garcilaso rodeado de ninfas y pastores.
Allí, acompañado de otras dos familias, iniciamos el viaje. Pronto las cámaras fotográficas se desenvainaron de sus fundas para dar cumplida cuenta de la belleza del paraje. Pero, en mitad del camino, dos niños se aventuraron a pasar al otro lado del río apoyándose en unas piedras. Era una trampa. Tal y como estaban dispuestas, se podía ir pero no regresar. En esta situación límite, haciendo gala de mi proverbial arrojo y como si fuese el mismo Capitán Lanza En Ristre, aventureme a ir en su auxilio. Estudié el lugar, analicé cada piedra y valoré cómo había de ser el impulso que debía tomar. Sin pensarlo más, salté hacia una piedra angulosa y ladina que me quiso mal. De buenas a primeras, la suela urbanita de mis deportivos no se pudo agarrar a la piedra y quédeme durante un largo instante en el aire suspendido (oh , San Juan, cómo te entendí). Caíme, precipiteme, despeñeme (como un chop "armejero") hasta que, finalmente, escoñeme, partime, descalabreme y rompime el culo.
Mojado y con la junta de culata “partía” hube de seguir la jornada como dios dispuso. Cuando llegué a casa y, ya en frío, descubrí la importancia anatómica del coxis (vulgo hueso cuqui). Joé, qué dolor, hasta para sentarse (¡cómo me he acordado de aquel chiste de la primera experiencia sexual!).
Con el aparato tronante en tan mal estado, la semana ha empezado de culo. Ayer por la tarde, por ejemplo, en la charla que dio Juan Cobos Wilkins en la Biblioteca Pública de Sevilla, pese a lo moderno del lugar, no había un mal cojín que aliviara mi padecimiento. Un mundo sin cojines no es mundo. Fue la primera vez en mi vida que experimenté dolor físico al oír la poesía.
P.D.: De Juan Cobos ya hablaré mañana. ¡Qué buen rato nos hizo pasar!
Ojú, ojú, ojú, yo esperando algún drama (verá, entiéndame usted, no es que no conceda importancia a lo suyo) y resulta que tenemos una de aventureros sin fronteras. Había yo malinterpretado el final de la entrada de ayer y tenía hasta los clínex y todos los consejos posibles preparados.
ResponderEliminarLe deseo una pronta recuperación. La entrada, por cierto, es una delicia literaria.
Un abrazo.
Me vas a permitir que me solace con tu desgracia, pero es que esa manera de contarlo... Ahora estoy sufriendo la misma fractura que tú, aunque en el más jocoso sentido figurado.
ResponderEliminarPD: Para lo de la lectura ya te podías haber llevado un flotador, como las señoras puerpéricas.
Te iba a leer con las lágrimas preparadas de pena, pero eres tan gracioso contándolo. Lo siento. Tienes un par. Me gusta.
ResponderEliminarNo te lo tomes a mal, pero descojoneme al leerte. Te deseo una pronta recuperación, pero no le ha sentado mal a tu inspiración el percance.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leíte, deifrutete, reime y pasémelo en grande con esta historia. A ver quién niega la gracia de las historias que van de culo(s).
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que ya vas teniendo una edad, Miradme...
ResponderEliminarUn abrazo...
Puede que mi comentario no sea oportuno, pero reconozco haberme partido el culo de risa mientras te leía.
ResponderEliminarEspero que te recuperes pronto, que quedan muchos ríos por explorar.
¿Y ese lenguaje?
ResponderEliminar¿Y esa lengua?
Vamos, vamos.
Lo siento mucho, lo del rompimiento, pero coincido con alguno, que habla de la edad...
Ese arrojo demostrado por partida doble, al lanzarte al rescate de los infantes y al enfrentarte a los leones de tus comentaristas te honra.
ResponderEliminarY en ambos lances saliste victorioso vive Dios, mostraste tus dignas posaderas tanto a la ladina roca como a los malvados comentaristas.
Cuenta con mi rendida admiración.
Un abrazo no muy fuerte, por aquello de no causar mayores males.
Muchas gracias, Juanma. Yo pensaba que después de los ciberbesos ya no me ibas a respetar. Compruebo incluso que me tuteas.
ResponderEliminarUn abrazo
Fernando, espero que no te duela tanto como a mí.
ResponderEliminarTienes razón, me tendría que haber llevado un flotador de esos que se alquilan en los toros o un peluche de mi hija, que para algo deben servir.
Un abrazo
Gracias, Jesús. Lo del par es relativo. Si hubiera tenido el tercer huevo, el de la sabiduría, no estaría como estoy.
ResponderEliminarUn abrazo
Ridao, te ha agradezco tanto el cumplido como la imahgen prestada de la armeja.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Octavio. A ver si nos va a pasar como las abispas, que tienen la gracia en el culo. Pero tienes razón.
ResponderEliminarUn abrazo para Marbella (¿?)
Juan Antonio, un poquito mayor nada más y un poquito regordete. Después de el lamentable suceso, me ehe propuesto una vez más hacer ejercicio y en esta ocasión lo voy ha cumplir.
ResponderEliminarGracias, Alejandro, pero a ese río no voy más. Nunca mais.
ResponderEliminarUn abrazo
Javier, pues sí. Tocado y hundido.
ResponderEliminarGracias
Capitán, gracias por partida triple. Doble, por los halagos, y única, por el medio-abrazo.
ResponderEliminarUn abrazo
En una ocasión oí que tras un recital de poesía alguien había levitado.
ResponderEliminar¿Qué tipo de poesía pudo ser ésa?