Por esta escalera que
ves, imberbe muchacho, se descubrieron (con impúdico soslayo) culos redondos e
ingrávidos que, salpicados de cómplices sonrisas, bruñeron la aspereza de los
peldaños.
En este mismo lugar
subieron, sin que nadie lo advirtiese, miles de besos volanderos.
Aquí, cientos de
Orfeos regresaron sus ojos al desdén del olvido y, allí, anónimas Tisbes agujerearon
las paredes con lacónicos suspiros.
En estos escalones,
páginas de un gastado manual, escribieron iniciales que se alzaron como
cometas, palabras que prometieron el futuro y flechas que sangraron los cielos.
De aquellos amores
erráticos, joven muchacho, solo queda el turbulento río de la adolescencia
precipitándose sobre las barandas del tiempo.
Una narración demasiado excelsa para las entendederas del alumno tipo actual. Eso pasó en el BUP, ¿verdad?
ResponderEliminarEn cualquier caso, como no soy alumno, he de decir que me ha gustado.
Un abrazo.
Hermosa època de adolescencia pasada .....
ResponderEliminarUn abrazo hasta su tierra
Me has recordado la escalinata de mi instituto (por cierto, un edificio precioso que fue convento).
ResponderEliminarBesos volanderos
Muchas gracias a todos.
ResponderEliminarMe he inspirado en la escalera de mi propio instituto: un sitio frío, pero que en los cambios de clase se llena de alumnos y de alegría. Allí he podido ver estos últimos años señales amorosas, más o menos sutiles o evidentes, tal es la naturaleza humana.
En cualquier caso, en esta vida nada es como parece.
Un abrazo para todos
Olè
ResponderEliminarMuchas gracias, Jesús.
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