(F. Chopin contempla el mar en su retiro mallorquín. Es el invierno de 1838 y la tuberculosis le ahoga la garganta. Acompañado y cuidado por su amada George Sand, espera con desesperación la llegada de un piano desde Francia. Mientras que la lluvia no cesa de caer, compone sus Preludios).
Anochece en el arco voltaico de un piano, mientras una tos convulsa quiebra la escritura de unos dedos frenéticos.
A lo lejos, una luz en el puerto mueve su lumbre de viento. También la luz suena en el silencio, entre Dios y los hombres, en el on y off de la noche y de la tarde.
Sobre la arena en sombra, manos blancas alisan el horizonte. La música ya no es música, es un chasquido en el agua, un salpicar de olas negras que se levantan y se detienen.
Rehén del infinito, sabe que Dios lo escucha pero que también se calla.
Arena y agua, viento y dedos que tiemblan, que lloran, que buscan en el mar, en la arena, en las sombras, una luz que se apaga, el ancla de un dios silente.
-Si he de morir, que sea sobre un piano, cubierto por la espuma blanca y negra de un teclado.
El blanco, el negro -el mar- -el piano-, Chopin, Dios. Qué bello y qué fuerte. Hay una frase por ahí...uf.
ResponderEliminarGracias, Fernando. Me da mucha alegría volverte a leer. Espero que en unos días me ponga al día y retome la lectura diaria de blogs tan buenos como el tuyo.
ResponderEliminarSupongo que la frase a la que te refieres es la del "on y off". Es cierto que es que chirría un poco, pero el cuerpo me pedía ponerla, así que me he dado el gustazo.
Un abrazo
Qué va. Esa frase me parece estupenda en cuanto llamativa. Me refería a otra que me ha impactado positivamente, la de "Rehén del infinito..."
ResponderEliminar¿Dónde hay que aplaudir?
ResponderEliminarAbrazos
Precioso.
ResponderEliminarUna vuelta sutil y melodiosa.
Besos, me alegra mucho leerte.
Miradme, vuelves con fuerza y un magnífico texto. Precioso, es una de esas entradas que copio y guardo, es uno de esos textos para no olvidar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Genial,
ResponderEliminarhermoso.
Un abrazo.
Bello ataud.
ResponderEliminarToda la prosa que escribes está perfectamente calibrada: éso es lo que percibo siempre.
ResponderEliminarSutilidad, buen gusto y calibre.
Quizá ese aspecto sea el más complicado en un buen escrito, sea poesía, sea prosa poética o simplemente prosa.
¿Te imaginas un poema que hablase del calibrado de las palabras en el propio poema? Un reto.
Casi siempre somos rehenes.
Satisfecha por tu continuidad.
Gracias, Fernando. No me fiaba de ti.
ResponderEliminarGracias, Juan.
ResponderEliminarLo mismo digo, Virgi. Mi intención era coger pronto el ritmo de visitas y comentarios, pero me está costando la misma vida volverme a enganchar.
ResponderEliminarUn beso
Rubén, eres muy amable y fiel, a pesar de tenerte abandonado.
ResponderEliminarMuchas gracias y un abrazo, filósofo.
Gracias, Ramón.
ResponderEliminarAlejandro, no era esa mi intención. Deseaba tratar la magia de su música, su capacidad de evocar poesía pese a su situación personal.
ResponderEliminarUn abrazo
Acepto el reto, Sofía, aunque debes darme algo de tiempo.
ResponderEliminarMe halaga tu opinión, sabiendo además que viene de alguien que posee criterio y que además es valiente en sus afirmacines.
Gracias
Bellas y plásticas imágenes. Sentimiento y naturaleza imbricados. Imagino una pintura del romanticismo alemán, de Caspar Friedrich, escucho la música de Chopin y percibo su desesperación.
ResponderEliminar¡Que increible la cantidad de opciones de lectura!...a mi me ha parecido un nostalgico y ultimo soplo de vida de Chopin, y coincido en que hay frases aisladas memorales,como la de rehen del infinito...en fin, muy bonito.
ResponderEliminarsaludos,
Perdóname Shandy por no contestarte antes, pero sin saber el motivo el correo me ha bloqueado tu mensaje y el de Eulalia.
ResponderEliminarPor otra parte, mi intención era esa: contagiarme de su música e intentar expresar lo que siento cuando percibo la música de Chopin. Te aseguro que no ha sido fácil.
Un abrazo
Eulalia, gracias por tus estimulantes palabras.
ResponderEliminarBienvenida