Recuerdo que de niño los viejos del pueblo se reunían en las esquinas, junto a la carretera, buscando el rácano sol del invierno. Allí, fieles de las horas, charlaban de “su” mundo, de sus vidas antiguas. Todos sin excepción llevaban una boina (sin acento) que los protegía del sol, del agua, del viento, de la vida. Era como un tapón de corcho (llegué a pensar que tras la tela de fieltro se encontraban sus sesos).
En aquellos tiempos preconstitucionales (cuán fatuos pueden llegar a ser los adjetivos), los viejos solían hablar con frecuencia con los niños (¿qué se fizo de la tradición oral?). Recuerdo especialmente a uno de ellos que polemizaba con vehemencia sobre cómo había de cubrirse la cabeza: “Las boinas deben estar capadas de tal modo que no quede ni rastro del rabillo (no diré cómo lo llamó)”. Según él, el mundo se dividía entre las boinas capadas y las no capadas. Sin querer, acabó explicándome por primera vez la visión de las dos españas, por supuesto irreconciliables, opuestas por oposición, por necesidad o necedad, por ideología o por genética, por huevos o por huebos.
Creo que fue Miguel Mihura en Ninette y un señor de Murcia quien lo expresó con la fina comicidad de sus comedias: hay que ser o cocidista o fabadista ineludiblemente.
Hoy apenas quedan boinas capadas. Habría que reivindicar alguna ayuda al Ministerio de Medio Ambiente para estos seres tan entrañables, tan olvidados en frías salas de luz blanca.
Cuánto tiempo hace que no oía nada acerca de tan dura diatriba sobre las boinas, definitivamente ganó la boina entera, igual que las lonchas ganaron a los tacos en el jamón, o ...
ResponderEliminarUn abrazo risueño
Aún me pongo mi boina marrón, y la quiero tanto¡¡¡
ResponderEliminarCapitán, realmente se trata de temas fundamentales para entender los movimientos sociales, políticos y culturales de Occidente. Yo soy de loncha no mu fina, pero el taquito de jamón en el salmorejo vale su peso en oro.
ResponderEliminarUn abrazo con boina capada
A mi me para lo mismo con una que tengo desde hace muchos años, aunque ya no me cabe mu bien. Me debe haber crecido el tarro.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Entrañable entrada. Ya apenas quedan boinas por capar. A lo sumo mascotas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra saber que no soy el único que sigue utilizando la boina! Igualmente me sucede lo mismo que a Miradme, no cabe demasiado pero no es impedimento tampoco ;)
ResponderEliminarSaludos!
Marcelo
José Miguel, eso de capar nunca me ha hecho mucha gracias y menos a lo Brigitte Bardot. En el fondo parce como si fuera contra el hombre. No sé.
ResponderEliminarUn abrazo
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ResponderEliminarA mi lo que me da pena es la situación de los abuelillos en esos lugares blancos de los que hablas.
ResponderEliminarPor cierto, mi pareja tiene una gorra, que le vamos a hacer.
Me alegro, Marcelo, que tengas una boina. Creo que somos una especie en peligro de extinción. Lo del crecimiento de la cabeza, mientras que no vaya a mayores, no hay por qué preocuparse.
ResponderEliminarUn abrazo
El rácano sol de invierno y las dos españas pasadas por el rabillo de una boina.¿Quién me lo iba a decir? Me gustan estas relaciones,
ResponderEliminarGracias Glorïosa.
ResponderEliminarNo es un cubrechorlas, sino toda un marca cultural. Pidamos la denominación de origen.
ResponderEliminarSí señor. En estos tiempos globalizados en los que prima la imagen, la boina es un magnífico icono.
ResponderEliminarGracias Julio
Mmmm... Los veo, los recuerdo al sol de la tarde dándole vueltas a la boina y apoyados en su cachava. De esas boinas quedan pocas.
ResponderEliminarYo me la pongo ladeada. Viva la boina!
Por cierto que aquí se habla de los de la boina y los del birrete, irreconciliables también.
Besos
Recuerdo a mi abuelo siempre con su boina sin capar. Y siempre contándome historias de su vida porque yo era un preguntón insufrible.
ResponderEliminarBonita entrada. Un abrazo.
Shandy, la boina dbe estar obligatoriamente ladeada. Es un rasgo de estilo.
ResponderEliminarGracias
Yo no tuve esa suerte, Opinador. El único abuelo que me quedaba estaba calvo como una bola de billar y se negaba a cubrirse la cabeza.
ResponderEliminarUn saludo